martes, 29 de diciembre de 2015

Que Brille tu Luz


La fe y la esperanza son nuestra luz interior. y debemos decidir mantenerla encendida.

Acabo de regresar de un viaje y mientras duró el viaje, le di gracias a Dios por las nuevas experiencias, la gente que conocí, en fin mi corazón estaba lleno de gratitud.

Pero apenas llegamos, nos enteramos de algunos problemas en el trabajo de mi esposo que nos afectan económicamente, y entonces pasé de la gratitud al miedo.
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Yo tengo un temperamento temeroso, tú podrías ser irasible, descontrolado, tener alguna adicción, no lo sé. Lo que sí sé es que cuando somos atacados por nuestro miedo, rabia, descontrol, adicción; el razonamiento nos puede ser de gran utilidad para ayudarnos a notar que la mayor cantidad de las veces nuestros pensamientos nos distorsionan la realidad, haciéndola más difícil de lo que en verdad es.

Sin embargo cuando nuestros pensamientos están bien fundados y el mero razonamiento nos deja sin armas, pues nuestras circunstancias parecen habernos atrapado, surgen la fe y la esperanza como una flama que no se extingue y que nos dan la fuerza para continuar.

Yo he puesto mi fe en muchas cosas a lo largo de mi vida como en: mi carrera, mis conocimientos, el dinero, en la gente que quiero e incluso en mi misma pero nada de esto ha sido lo suficientemente fuerte como para mantener mi esperanza y mi fuerza.

Así que hoy he decidido nuevamente poner mi fe y esperanza en Dios que a diferencia de todo lo anterior El es el mismo ayer, hoy y siempre. El dinero viene y va, lo que se puede quedar obsoleto, los gente se pueden ir, pero Dios siempre ha estado y estará a mi lado.

Esto me ha ayudado a comprender que minuto a minuto debemos decidir entre dejar extinguir nuestra luz o decidir creer y  avivar nuestra luz interior.

Basado en “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.” 2a Corintios 10:5

lunes, 7 de diciembre de 2015

¿Estás Construyendo o Destruyendo?


En uno de mis viajes a Ayacucho tuve la oportunidad de ver de cerca la famosa Puya de Raymondi, esta planta es famosa porque su flor, compuesta  de cerca de 8000 pequeñas flores, es la más grande del mundo,
La Puya florece 1 vez en su vida, después de 80 años de vida. Y cuando ha florecido es un coloso de cerca de 12 metros en medio de la puna, cuando uno la ve casi parece imposible que una planta tan grande pueda estar en plena puna con nada más que ichu alrededor.
Cada vez que florece es una fiesta de vida alrededor de ella, vienen los picaflores y muchos tipos de insectos también. Todos por su grandiosa flor.

El propósito de la Puya de Raymondi es florecer, una vez que lo hace empieza a morir y al hacerlo reparte más de 8000 semillas que darán origen a nuevas plantas. Por este motivo desde joven se prepara para cumplir con su propósito y una de las cosas que debe hacer es proteger su futura flor, así que desarrolla unas hojas muy espinosas y muy duras.
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Lamentablemente estas hojas tan duras y espinosas lastiman a los animales de los campesinos, incluso algunos animales quedan atrapados entre sus hojas y mueren. Los campesinos no pueden cortar las hojas por su dureza, por lo que suelen quemar la planta.

Ellos no buscan matar  la planta, solo quieren quitar las hojas que hieren a su ganado, pero muchas veces no pueden controlar el incendio y matan la planta, otras veces no la matan, pero la planta ya no puede florecer y las más afortunadas pueden florecer, pero su flor ya no es tan grande en vez de alcanzar los 12 mt solo alcanzan 3 o 4 mt.

Dios hizo al ser humano para algo grandioso, cada ser humano sobre esta Tierra ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios, pero no lo comprendemos y nos portamos con los que amamos como esos campesinos que lastiman a las puyas. Nuestras armas son nuestras palabras, nuestras acciones y hasta nuestros pensamientos.

A veces no podemos controlar nuestra ira y somos tan crueles que terminamos matando el alma de quienes amamos, les quitamos la fuerza y se convierten sólo en una pequeña parte de todo lo que deben ser, de aquello para lo que Dios los puso en la Tierra.

Debemos preguntarnos si deseamos ser colaboradores de la obra de Dios o no, si vamos a construir o a destruir. Cada una de nuestras palabras y acciones nos llevan a una de estas dos cosas, no hay medias tintas.